Libresur reivindican alto los silencios y soledades ancestrales de su pago, pero también los encuentros y el grito. Levantan las banderas de las mejores tradiciones pampeanas en milongas, algún gato y la ya antológica “Huella de ida y vuelta”, mientras se animan a pintar con nuevos colores un cancionero que tiene todo el caudal necesario para imponerse. Juan Falú